Repensar cómo evaluamos los centros de orientación universitaria

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La próxima publicación de la clasificación nacional inicial del College Football Playoff para 2025 destaca un debate recurrente: el valor y el impacto de las clasificaciones nacionales. Esta discusión se extiende más allá del atletismo y llega a la propia educación superior, donde las publicaciones publican periódicamente clasificaciones de los centros de asesoramiento universitario. Sin embargo, están surgiendo preocupaciones crecientes sobre la utilidad y el daño potencial de estas clasificaciones de salud mental.

Las preocupaciones en torno a los sistemas de clasificación existentes

En 2024, un informe de Forbes.com reveló preocupaciones compartidas por los miembros de la Asociación de Directores de Centros de Consejería Universitaria y Universitaria (AUCCCD) con respecto a las clasificaciones de salud mental. Sus preocupaciones se centraron en los problemas inherentes a la comparación de instituciones en todos los ámbitos, la falta de prácticas de medición consistentes y el cambio hacia un modelo que juzga el valor basándose en clasificaciones externas. Estas preocupaciones siguen siendo relevantes a medida que el campo contempla las clasificaciones de salud mental publicadas en 2025. Por ejemplo, las clasificaciones recientes de Princeton Review sobre los mejores servicios de asesoramiento y apoyo estudiantil muestran que solo dos de las 25 mejores escuelas tienen una matrícula de tiempo completo superior a 10,000 estudiantes, una disparidad significativa.

El caso de la evaluación basada en estándares

Un informe reciente de Research.com subraya las ventajas potenciales de un sistema de calificación basado en estándares. Estos beneficios incluyen centrarse en el dominio de criterios específicos, proporcionar comentarios específicos para mejorar y permitir el seguimiento del progreso a lo largo del tiempo. Si bien el informe se centra en el rendimiento académico, sus principios se pueden aplicar a la evaluación de los centros de asesoramiento del campus. Simplemente clasificar los centros como “mejores” o “peores” en diferentes instituciones carece de contexto significativo. En cambio, centrarse en cómo un centro cumple con los estándares profesionales, sus fortalezas y limitaciones específicas y sus tendencias de desempeño a lo largo de varios años proporciona una evaluación más útil.

Subjetividad versus datos objetivos

Muchas clasificaciones nacionales se basan en percepciones subjetivas, a menudo opiniones de estudiantes. Las clasificaciones de Princeton Review, por ejemplo, se basan en los comentarios de los estudiantes, pero ofrecen pocos detalles sobre la cantidad de estudiantes atendidos, las razones detrás de las respuestas o el porcentaje de estudiantes que participaron en la encuesta. Esta falta de criterios objetivos genera preocupación.

Las organizaciones profesionales desempeñan un papel crucial en el establecimiento de estándares de referencia para el campo. La AUCCCD, por ejemplo, realiza encuestas anuales entre los directores de los centros de asesoramiento. Estas encuestas proporcionan datos objetivos sobre factores operativos clave, como los tiempos de espera, la gama de servicios ofrecidos, los niveles de personal, el impacto del asesoramiento en la retención de estudiantes y las tasas de utilización. Estos datos proporcionan una visión más precisa del desempeño de un centro.

Por qué la competencia no es el objetivo

A diferencia de los equipos deportivos universitarios, los centros de asesoramiento universitario no compiten directamente. Los directores suelen colaborar e intercambiar libremente ideas innovadoras. Además, la mayoría de los centros de asesoramiento comparten la misión de abordar las necesidades únicas de salud mental de su comunidad universitaria específica. Teniendo en cuenta la considerable variación en los entornos universitarios y la demografía de los estudiantes, clasificar anualmente a los centros entre sí es inherentemente poco realista.

Por supuesto, es vital recopilar comentarios directamente de los estudiantes. Esta es la razón por la que la mayoría de los centros de asesoramiento recopilan activamente datos sobre la retroalimentación de sus clientes, información que rara vez se incluye en las clasificaciones nacionales. También existe la preocupación de que estas clasificaciones no sean desarrolladas o revisadas por profesionales de la salud mental, lo que podría socavar su credibilidad. Además, algunos sospechan que la creación de rankings de salud mental tiene como objetivo principal generar publicidad.

No es realista comparar los centros de orientación entre sí cada año, considerando la considerable variación en los entornos de los campus y la demografía de los estudiantes.

Dadas las preocupaciones similares que rodean las clasificaciones del fútbol universitario, el deporte ha sido testigo de un cambio en la forma en que se perciben las clasificaciones nacionales. Es probable que se necesite una evolución similar para las clasificaciones de salud mental en la educación superior, alejándose de listas comparativas y hacia un sistema basado en estándares transparentes y evaluación continua.

Es necesario reexaminar el enfoque actual para evaluar los centros de asesoramiento universitario. Un movimiento hacia estándares transparentes y evaluaciones continuas, en lugar de clasificaciones comparativas, promete un sistema más valioso y de apoyo tanto para los estudiantes como para las instituciones.